El mundial de la memoria

Siguen pasando los años y el mundo entero todavía está esperando que un hombre vestido de negro se digne a acabar con esta tortura y finalmente dé ese pitazo inicial. Que de una vez por todas sople esa ráfaga de aliento que sostienen sus pulmones, para aturdirnos con esa música aguda que nos perfora los oídos. Ese silbido que al mismo tiempo, nos hace latir el corazón, indicando que la fiesta arrancó y que la pelota comenzó a rodar para que gane el mejor. Mientras el planeta sigue girando como una pelota de fútbol, nosotros como idiotas seguimos esperando que comience aquel bendito mundial. Mucho se habló de este fenómeno, de aquel hecho histórico. Se escribieron columnas infinitas buscando una explicación lógica. Se plantearon todas las teorías posibles, hasta se intentó explicarlo con una jugada de pizarrón. Pero pareciera que se hubieran robado todas las respuestas y ahora nadie le encuentra una explicación a esta tragedia. Estaba todo listo para que la gran fiesta del fútbol comenzara, cuando en el medio de la multitud, un niño argentino dijo entre lágrimas que había perdido la última figurita con la que completaría su álbum. O mejor dicho, alguien se la había robado. Los habitantes del planeta, todos, habían completado el suyo. Pero había alguien al que le faltaba una sola. Los hinchas corrieron los ojos de la pelota para posarlos sobre él. Cuando la noticia estalló, el planeta hizo el mismo ruido que hace la rueda de la fortuna cuando deja de girar. Dijo ‘tac’ y se quedó clavado en ese momento, justo en el instante en que el mundial estaba por empezar. Todos se quedaron esperando que apareciera esa figurita para que el pobre niño completara su álbum y pudieran disfrutar de este espectáculo magnífico que se vive cada cuatro años. Se plantearon miles de hipótesis. Hasta se llegó a creer que se la habían robado unos ingleses. Claro, si se robaron unas islas, cómo no le iban a robar la última figurita a un niño con esperanzas de campeón. Era la teoría más lógica, la venganza perfecta al robo de la historia. Porque si alguna vez un joven les había robado la ilusión con la mano, ellos estaban dispuestos a hacer cualquier cosa, aunque ocurriera fuera de los límites de la cancha. También surgieron otras teorías. Hasta llegaron a amenazar de muerte al dueño de la empresa que fabricaba los álbumes, acusándolo de que era una estrategia de marketing para que los hinchas de treinta y dos países buscaran una figurita mientras hablaban de su marca. Hoy los más renombrados físicos, periodistas y escritores coinciden en que hay un fragmento del tiempo que quedó atrapado en la historia. Y la única forma de destrabarlo, es con ese papelito de cuatro centímetros por seis, con la cara de un jugador que se convirtió en el más famoso del mundo y no precisamente por cómo jugaba. Nadie estaba preparado para esto. Es sabido que el fútbol paraliza al mundo, pero nunca había pasado al revés. Como era de imaginarse, la vida siguió. Los años no iban a quedarse de brazos cruzados esperando a que esto se solucionara y con la bendición de Dios, decidieron avanzar como su trabajo lo indica. Pero a pesar de los caprichos del tiempo, hoy todavía hay jugadores parados en el círculo central haciendo movimientos precompetitivos, esperando la orden del juez. Hay hinchas rezando y madres sufriendo. Hay esperanza que aún no se convirtió en desilusión y lágrimas de alegría que no se soltaron. Himnos que no se entonaron y papelitos que nadie tiró. Hay ídolos vírgenes que iban a convertirse en estrellas millonarias y esa bendita figurita se los negó. Hay gente que sigue esperando para abrazarse, sin saber por qué. Ni siquiera se escribieron los diarios con el título de campeón. Nada de eso pasó aunque los años, descarados, tomaron la decisión de seguir. En la rica historia de este deporte hay una hoja que quedó en blanco y nadie puede obviarla. No pueden los futboleros hacerse los distraídos como que nada pasó, aunque suene contradictorio. Por que si a los hinchas les dicen que se va a jugar un mundial en el pasado, harían cualquier cosa con tal de ir a ver a su equipo. Hoy no queda otra que seguir adelante y aceptarlo. Agachar la cabeza y, quién dice, en una de esas mirando al piso aparece la figurita. Se podrán decir miles de cosas acerca de los hinchas, pero el hecho de que hayan sobrevivido a no ver ese mundial, es la prueba más acabada de que son inmortales. Este deporte tiene estas cosas y por eso, como dijo un poeta de la pelota, el fútbol es el deporte más lindo del mundo. Y nos gusta tanto que decidimos no jugarlo porque nos falta una figurita. Ahora, cada vez que hay un partido en la actualidad, los relatores lo comentan mirando de reojo los libros de historia, con la esperanza de que finalmente la pelota se eche a rodar.

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